Carta Pastoral Dipaz Suroccidente
“¡La paz sea con ustedes! …
Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes”
Juan 20:21 (NVI)
Con la convicción de haber recibido este envío con alegría y gozo, hoy nos disponemos a cumplir con esta responsabilidad en los momentos difíciles que hemos vivido. Atravesados por la crisis de la pandemia que nos ha robado la vida de familiares, amigos y amigas, tanto como compañeros y compañeras del camino; igualmente afectados por el desangre producido en medio de las luchas de los últimos meses por reclamar una sociedad justa, incluyente y equitativa, es tiempo de levantar la voz de la esperanza en un cielo nuevo y una tierra nueva (Is. 65:17), no como resultado de la destrucción sino como fruto de la justicia y de la paz.
Esta voz de la esperanza debe manifestarse de manera concreta con actitudes, gestos y acciones que impacten nuestras propias vidas, iglesias y comunidad en general, como evidencia de que estamos caminando y que nada ni nadie nos detendrá en este tiempo hasta ver la luz de un nuevo amanecer para nuestra tierra.
Los gestos y acciones podrán animar especialmente a las víctimas, perseguidas por anhelar un mundo mejor y un nuevo día para nuestros pueblos. Al reconocernos como un espacio de diálogo intereclesial por la paz, estamos asumiendo que una de nuestras principales tareas es dar aliento y estar en solidaridad a los perseguidos y perseguidas, cuya vida está en vilo, necesitan protección y cuidado.
Hoy debemos recordar que ese envío incluye: entrega de sí, sensibilidad ante la situación social, responsabilidad al cuidar de otros y otras sin hacer daño al tratar de hacer el bien, practicando la escucha activa sin anteponer nuestras agendas religiosas y políticas, y respetando las diferentes voces que se suman a esta causa.
Este es un tiempo en el que podemos vivir nuevos momentos para la historia compartida de sufrimiento y dolor, pero no será suficiente con el entusiasmo de una protesta, una marcha o un convite para compartir la olla comunitaria, es necesario fortalecer la organización comunitaria, trabajar porque emerja la paz desde los territorios, alentar la participación ciudadana y animar la movilización popular.
Este podrá ser un momento que recordaremos con celebración si lo vivimos como “un tiempo para intentar..” (Ecle. 3:6) con apertura al Espíritu de Dios que nos anima a experimentar la nueva vida en Cristo (1 Cor. 5:17)
Con afecto y bendición,
Pablo Moreno