Las víctimas entre nosotros: Día de la dignidad

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John Hernández Coordinador Nacional de Reconciliación

DiPaz Pastor Iglesia Luterana en Medellín

Hoy jueves Santo, estamos conmemorando el día nacional de Solidaridad con las víctimas del Conflicto en Colombia. Es una fecha absolutamente pertinente, porque en tiempo de cuaresma hemos tenido que recogernos además en cuarentena, mientras el conflicto en Colombia sigue produciendo víctimas. Hoy al recordar la institución del sacramento de la mesa recordamos su actitud en la entrega de su propia vida para el cuidado de toda la humanidad.

Yo quiero preguntar hoy ¿quién es el Dios al que celebramos esta semana? Cuando Jesús no había nacido su madre María se encontró con su prima Elizabeth quien también está esperando un bebé. En ese encuentro Elizabeth le dijo a María que su niño a saltado en el vientre, porque sabe que María es portadora de la presencia de Dios.

La respuesta de María es el canto conocido como Magníficat en el cual afirma la forma de actuar de Dios: »Dios actúa con poder y hace huir a los orgullosos. »Quita a los poderosos de sus tronos, y da poder a los pobres. »Da cosas buenas a los hambrientos, pero despide a los ricos con las manos vacías. San Lucas 1:51-53 TLA María describe a un Dios comprometido con la historia humana. A un Dios que ha tomado un lugar en la historia. En particular un Dios poderoso que toma el lugar de quienes están en la fragilidad y en la des-protección.

»Quita a los poderosos de sus tronos, y da poder a los pobres. »Da cosas buenas a los hambrientos, pero despide a los ricos con las manos vacías. San Lucas 1:51-53 TLA

El evangelio, esa noticia por la cual Maria se regocija, es la noticia de que Dios ha asumido el lugar y la defensa de las víctimas, de que ante la opresión, la desigualdad y el dolor Dios no está impasible. El evangelio no es otra cosa que la historia de una víctima de la violencia, un lugar concreto en la historia donde encontramos a Dios tocando la experiencia humana y haciéndola suya. Porque hablar de Jesús, no es hablar de cualquier Dios, es hablar del Dios que asume el dolor y la fragilidad, que se pone en el lugar de la víctima.

Y no es cualquier víctima, es una víctima a la que se le niegan los derechos, es la víctima a la que no se le dan garantías para el juicio y se le condena a muerte. Por eso para los cristianos hablar de los Derechos Humanos es hablar de la defensa de la experiencia de Él entre nosotros, hablar de la fragilidad humana y de la necesidad colectiva de protegernos. La defensa de los derechos humanos es un imperativo para todos, porqué donde un ser humano sufre, la humanidad entera es vulnerable.

Las víctimas y el cristianismo: Un imperativo ético

Pero es un mayor imperativo para cristianas y cristianos porque cuando decimos, “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros” (art. 1), estamos diciendo que en cualquier ser humano encontramos la imagen de Dios y a Dios en medio nuestro. El papel de cristianos y cristianos en la historia no debería ser indiferente.

No podemos ser ajenos al sufrimiento humano. Cristianos y cristianas debemos comprender no solamente que Dios nos mira y nos acompaña, sino que nos mira desde un punto de vista particular, no desde un trono en el cielo, sino desde los crucificados en el mundo. Él se hizo humano. Él acompaña a la a humanos desde la cruz y el sufrimiento. Él se alegra, ríe y comparte la vida. Él está entre nosotros. La víctima entre nosotros ¿Lo estamos viendo?

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